Llevamos meses hablando de la apertura de un tiempo nuevo en la política española, del agotamiento del bipartidismo, de la irrupción de nuevas formaciones, de la desafección ciudadana y de la necesidad de regeneración. El momento del nuevo tiempo ha llegado.
Este martes el Parlamento de Andalucía ha celebrado el debate de investidura de Susana Díaz, cuyo nombramiento como presidenta andaluza en primera votación ha sido rechazado. Los votos en solitario de los socialistas, y el rechazo de populares, Podemos, Ciudadanos e Izquierda Unida han cerrado las puertas a su nombramiento. No se puede decir que haya sido una sorpresa. Ni el resultado, ni el modo como se ha producido el debate, ha aportado ninguna novedad. Cada partido se ha cerrado en sus posiciones, discursos, en nombre de los andaluces, pero defendiendo los intereses de cada formación política.
Sin embargo, el debate de este martes en Andalucía, sí tiene algo que lo va a hacer singular. Será el último de la vieja política. En el Hospital de las Cinco Llagas, sede del Parlamento de Andalucía, ha muerto un modo de hacer política, a la que ya han dado la espalda los andaluces, y pronto lo hará el resto de España. Este martes en Sevilla se ha sellado el certificado de defunción de la política de las mayorías absolutas, de la política de las posiciones inamovibles, de la política de la mitad contra la otra mitad, de la política que busca el exterminio del adversario, de la política de la imposición y del rodillo.
En este nuevo tiempo no habrá mayorías absolutas, sino pactos de gobierno. En la nueva política no debe haber lugar para el sectarismo, sino para la negociación. Se acabaron los enjuagues entre rojos y azules, se multiplican los actores a la hora de buscar acuerdos. Desaparecen los enemigos a los que aniquilar, ahora los rivales serán posibles aliados con los que entenderse. Este nuevo tiempo no estará marcado por la imposición, sino por el diálogo.
El primer rechazo a la investidura de Susana Díaz debe ser el acto final de esa vieja política. La política de trincheras, la política del «y tú más», la política, en definitiva, del pasado ya no vale. Nace la política de la aritmética, de las alianzas, de las cesiones, de los pactos y el acuerdo. Desde este miércoles los cinco partidos representados en la cámara andaluza deben ponerse a cumplir el mandato que los ciudadanos les otorgaron, lograr un gobierno y una oposición que empiecen a trabajar para solucionar los problemas de los andaluces, que no son pocos, y muy urgentes.
Los que han sido partidos mayoritarios hasta hoy deben cambiar la soberbia por generosidad, la prepotencia por humildad, la autoridad por solidaridad. Pero también para los nuevos partidos ha llegado su momento. Hasta ahora todo lo han tenido fácil. El desgaste de los partidos viejos y la indignación ciudadana les han ido inflando las velas para navegar con el viento a favor. Ahora hay que desembarcar y empezar a tomar decisiones. Empezar a elegir compañeros de viaje con los que transformar esa sociedad que no les gusta. Empezar a retratarse y participar en pactos de gobierno con los que afrontar las soluciones de los problemas que hasta ahora solo habían tenido que diagnosticar. Ha llegado el momento de que estos nuevos partidos demuestren de verdad su utilidad para transformar la política y la sociedad española. Ha llegado el momento de llevar la indignación a los parlamentos, pero sobre todo de cambiar la euforia de las asambleas ciudadanas por el desgaste de los despachos de gobierno.
La incapacidad de adaptación de los partidos tradicionales a esta nueva política, y el tactismo electoral de los nuevos, es el gran riesgo con el que arranca este tiempo nuevo. Con elecciones autonómicas y municipales en dos semanas, y generales en unos meses, todos los partidos parecen anteponer sus estrategias electorales a lograr un pacto que permita conformar gobierno en Andalucía. Parece más importante calibrar el efecto en votos de una abstención o un apoyo en el parlamento andaluz, que el desastre de mantener paralizada Andalucía. El viernes será la segunda votación de investidura. El plazo para cerrar un acuerdo es de dos meses, y puede que sea más fácil lograrlo una vez pasados los comicios del 24 de mayo. Lo cierto es que si hubiese que repetir elecciones en Andalucía sería un bochorno, y un mal comienzo, de este tiempo nuevo, además de una decepción más para lo andaluces, y van ya…