Un Gordo en negro

El Gordo de la lotería ha caído en Granada y en Punta Umbría. Otros premios en Barbate, en Cádiz, en Córdoba. Y por primera vez en 32 años no hemos contado el sorteo de Navidad y la lluvia de millones en andaluz. Los trabajadores de Canal Sur estamos de huelga contra la asfixia financiera y la manipulación que compromete un servicio público esencial como es la radio y la televisión de los andaluces. Les aseguro, que no hay nadie que sienta más no haber llevado las cámaras y los micrófonos a las puertas de las administraciones que han repartido la suerte o a la celebración de los afortunados, que los propios trabajadores de Canal Sur. Somos periodistas, cámaras, trabajamos en televisión para contar este tipo de noticias, pero no nos han dejado.

Los representantes de los trabajadores propusieron a la empresa una programación alternativa para evitar el negro, donde se contemplaba la emisión del sorteo de la Lotería y dos informativos en directo de 20 minutos de puro servicio público, datos del sorteo, última hora del coronavirus y con protagonismo de la ciudadanía, de la sociedad civil y apartando por unas horas del primer plano informativo a los representantes de todos los partidos políticos. La dirección se negó, y ha preferido una emisión en negro que una programación sin políticos, lo que demuestra claramente que intereses defienden.

“No podemos aceptar vetos de los representantes de los trabajadores o que se condicione la edición”, han alegado. Lástima que este ataque de independencia y dignidad mal entendida no les diese cuando se vetó la información de la sentencia del caso Gurtel, o cuando se prohíbe informar de los escándalos del Rey Emérito, o de los chats de militares golpistas, o de los problemas con la justicia del PP en Almería, o la crisis interna en Ciudadanos Andalucía, o de hacer pasar por portavoz policial a un cargo de Vox, o de la decisión del TSJA sobre las contrataciones exprés, o cuando sobredimensionamos informaciones que afectan al gobierno central y tantos otros asuntos que han denunciado sindicatos, Consejo Profesional y Asociaciones Profesionales y todavía esperamos la opinión de la dirección o del Consejo de Administración de todo esto. Tampoco sabemos si les parece bien que se cese a jefes de área por negarse a dar informaciones falsas o a editores por querer abrir sus informativos con criterios profesionales y no políticos. Lástima que esto a la dirección no le parezca tan grave como querer unos servicios mínimos al servicio de los ciudadanos y no de los políticos. Nos habríamos podido evitar el negro.

Un negro que no beneficia a nadie y perjudica a todo el mundo. Perjudica en primer lugar a la ciudadanía andaluza a la que nos debemos y que tiene que prescindir de un servio público que les ha acompañado durante 32 años. Como participante en la huelga, les pido perdón y comprensión. Pero para poder seguir cumpliendo la misión que el estatuto de autonomía encomienda a Canal Sur, para garantizar una información veraz y plural al servicio de los andaluces, para seguir fortaleciendo la identidad andaluza y la vertebración y cohesión territorial, se necesita una financiación justa y mecanismos que garanticen la independencia e impidan la injerencia política, que permitan hacer una radio y una televisión cada día mejor, sin los errores cometidos estos años y denunciados siempre por los profesionales. Esa es la razón de esta huelga.

El negro nos perjudica a los propios trabajadores, por eso tratamos de evitarlo a toda costa. Cualquier huelga tiene a los trabajadores como sus principales víctimas, ya no por razones económicas, sino porque dejamos de cumplir con nuestra obligación lo que nos frustra en lo personal y nos perjudica profesionalmente. Pero hemos aprendido en estos 30 años que esto lo defendemos nosotros o no lo defiende nadie, y nuestro compromiso con los andaluces también está en garantizar que el servicio público esencial que pusieron en nuestras manos debe ser de la mayor calidad y de todos y para todos.

El negro perjudica también a la dirección de Canal Sur, a pesar de que hayan dado la impresión de que han buscado el negro como medio para desacreditar la reivindicación de la plantilla. La imagen del control central vacío y en negro, es la imagen del fracaso de una dirección que los trabajadores acogimos con esperanza y está provocando una profunda decepción por anteponer los intereses políticos a los intereses de la propia empresa y de los andaluces a los que se deben.

Pero el negro perjudica también al propio gobierno andaluz. No es la primera vez que la pantalla de Canal Sur se va a negro. Ya hubo huelgas parecidas en 2015 o en 2018 y el gobierno, entonces socialista, tampoco supo entender el mensaje. Canal Sur es un medio de comunicación, pero es mucho más, es el mejor reflejo de la propia Andalucía. En 2015 y 2018 el negro en Canal Sur fue el reflejo de una Comunidad que languidecía y todos sabemos lo que pasó. Aunque desaparezcan las imágenes y el sonido, no hay negro que diga más cosas que un negro en la pantalla de Canal Sur.

Para seguir poniendo colores, imágenes y sonidos, a todo lo que pasa en nuestras ciudades y pueblos, para ocuparnos de todo lo que preocupa o interesa a los andaluces, para continuar llevando al mundo nuestras tradiciones y manifestaciones artísticas, para seguir haciendo camino juntos, con nuestros jóvenes y mayores, con los científicos, los sanitarios, los profesores, los estudiantes, los artistas, los deportistas, los empresarios, los agricultores, con todo aquel que hace cada día Andalucía, hay veces que hay que dejar de hacer un sorteo de Lotería para poder seguir compartiendo fiestas y dramas, alegrías y tristezas, emociones y noticias y seguir siendo el mejor altavoz, el mejor escaparate, de Andalucía al mundo. Es lo único que me mueve como trabajador en esta huelga, a pesar de un negro, que se trató de evitar a toda costa, y que solo puede alegrar a aquellos que son enemigos de lo público y desprecian a Andalucía.

Cataluña, complicada resaca

Dolor de cabeza, malestar general, sed… son los síntomas que padecen muchos tras las elecciones catalanas. Y eso que una vez dejado atrás el 27 de septiembre, y su resaca del 28, Cataluña parece vivir su particular día de la marmota para el presidente Mas y el presidente Rajoy. Los dos parecen enrocados en unas posiciones inamovibles ,mientras el único dato para la coherencia lo han puesto aquellos a los que se tildaba de radicales y antisistemas.

Artur Mas, junto a Oriol Junqueras y Raúl Romeva, al más puro estilo de los tres tenores, los Pavarotti, Domingo y Carreras del independentismo, salían ayer para decir lo mismo que dijeron el 27, el 26, el 25, el 24, el 23… Desde filas independentistas se agarran al triunfo en escaños, incuestionable, pero ahora se olvidan del carácter plebiscitario de los comicios que ellos mismo se encargaron de destacar durante meses. Mas insiste en estar legitimado, por 62 escaños de 135, y 1.617.000 votos de más de siete millones y medio de catalanes, para continuar con el «proceso de desconexión» con España. Tampoco se podía esperar mucho más, porque Mas sin proceso, tiene poco que aportar, salvo corrupción, recortes y desigualdad. A Mas se le han atragantado estas elecciones, y ahora mismo no cuenta con apoyos, ni siquiera, para ser presidente.

La resaca del 27S sí ha provocado novedades en el Palacio de la Moncloa. Esta vez la valoración del presidente Rajoy solo se produjo diecisiete horas y media después de cerrar los colegios, vamos mejorando. Inusitada «agilidad» en lo formal, e inmovilismo en el fondo. El presidente del gobierno ha mantenido su discurso de respeto a la ley, no podía ser de otra manera, y de estar abierto a hablar, aunque su relación con Cataluña lleva años siendo un diálogo de besugos. Los españoles esperaban también alguna propuesta, alguna idea nueva, para desbloquear la situación, pero parece que habrá que seguir esperando.

Quien si movió ficha fue el expresidente Aznar, con un comunicado en que hacía una enmienda a la totalidad a la gestión de Mariano Rajoy en Cataluña. Al final ha sido mucho más divertido el día 28 que el 27.

Y en medio de este día de la marmota perpetuo al que nos han condenado Mas y Rajoy, los únicos que han puesto algo de sensatez y sentido común son aquellos que se definen como anticapitalistas, y a los que acusaban de radicales y antisistema. La CUP, que se han quedado con buena parte de las llaves del futuro de Cataluña, y parecen tenerlo bastante claro. «Los independentistas hemos ganado las elecciones, pero no el plebiscito» ,decía su líder Antonio Baños, que descartaba por tanto una declaración unilateral de independencia. Una coherencia inusitada estos tiempos en Cataluña. La CUP si cree que hay que gestionar un cambio al que parecen negarse Mas y Rajoy anclados en sus posiciones. La CUP, además, insiste en que no investirán a Artur Mas presidente, con lo que ya se empieza a hablar de un hombre de consenso, e incluso de un gobierno de concentración.

Todavía, eso sí, mantengo el vello erizado, después de escuchar a la candidata de Ciudadanos, Inés Arrimadas, hablar de nuevas elecciones en Cataluña. Otra vez, tan pronto, por favor no, nuestra paciencia no lo podría soportar.

Acabé anoche mi cobertura de estas elecciones en Cataluña con un debate en Sevilla, en Canal Sur, y escuchando a los apasionados tertulianos, empecé a dudar que para los ciudadanos este asunto siga despertando interés. Hemos rebasado los límites de lo soportable y creo que hay empacho de Cataluña.

En definitiva, Mas tiene de plazo hasta el 9 de enero para ser investido presidente y la maquinaria de la negociación, para salvar su puesto sí, está a tope de revoluciones. En el horizonte unas elecciones generales en diciembre que serán decisivas también para la cuestión catalana. Sigo convencido que sólo un relevo en la Generalitat y en La Moncloa desbloquearan una situación, que tras unas nuevas elecciones, sigue donde estaba. Eso sí, que listos estos catalanes que han puesto el zoo al lado del Parlamento.

Hola campaña electoral, adiós periodismo.

Comienza una nueva campaña electoral, muere el periodismo. Los medios de comunicación en España no pasan por un momento especialmente brillante. A la devastación que ha provocado la crisis, el segundo sector donde más empleo se ha destruido tras la construcción, y donde la precariedad ha convertido las redacciones en un valle de lágrimas, ahora se han unido los ataques a las libertades, por ejemplo, con la nueva Ley de Seguridad Ciudadana, conocida como Ley Mordaza. Informar se ha convertido en un delito. Periodistas que cubren desahucios o manifestaciones han acabado pasando la noche en comisaría por fotografiar o grabar. El último ejemplo en el desahucio y derribo de la calle Ofelia Nieto en Madrid hace unos días.

Pues bien, desde el inicio de la democracia, los periodistas que trabajan en medios públicos, pasan regularmente periodos de quince días en que se les aplica un ley mordaza particular, es la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG). Cada vez que España entra en periodo electoral, el periodismo salta por las ventanas de las redacciones de las televisiones y radios públicas. Los periodistas son obligados a acatar las decisiones que marcan los partidos políticos y la Junta Electoral, y durante esos quince días se convierten en meros cronometradores.

Durante estos quince días que duran las campañas electorales, la información de los actos de las formaciones políticas no se realizan conforme a criterios profesionales, sino según los criterios que se marcan desde los partidos y la Junta Electoral. La Junta es la que aprueba el plan de cobertura de las televisiones y radios públicas, y ella es la que decide el tiempo y el orden en el que debe ir la información de cada partido. Es la información en los anacrónicos bloques electorales.

Los criterios profesionales no sirven durante estos quince días. Si un determinado partido, con representación parlamentaria, no ofrece información alguna de interés en un día de campaña , da igual, en los medios públicos saldrá con el tiempo y el orden que ha marcado la Junta Electoral. Sin embargo, otro partido más pequeño, o sin representación en el parlamento, que sea especialmente activo, y ofrece información relevante todos los días, le da lo mismo, los medios públicos solo ofrecerán los pocos segundos que indica el juez, o no ofrecerán información alguna de esas formaciones políticas.

Los periodistas de todos lo medios públicos de este país llevan años y años reclamando el final de este modo de trabajar en las campañas electorales por considerarlo mucho más próximo a la propaganda que a la información. Pero poco o nada se ha avanzado. Ya está en marcha la campaña electoral en Andalucía, y aquí llegan de nuevo los nefastos bloques electorales.

Todos nos llevamos las manos a la cabeza cuando nos cuentan que jueces o políticos son los que deciden sobre el trabajo de los periodistas en países como Venezuela o Irán. Pero algo similar pasa en España durante las campañas electorales en los medios públicos, y de momento nadie parece escandalizarse. Periodistas de Canal Sur, por ejemplo, han sido llamados a declarar ante jueces en el Parlamento de Andalucía, a instancias de determinado partido político, porque no les gusta determinada información, porque ha entrado un negro en un video, o se ha bloqueado un rótulo en emisión. Aseguro que no es ninguna exageración porque lo he vivido en carne propia.
Lógicamente, las denuncias son amplificadas desde los partidos políticos y medios privados, utilizándolas para sus propios fines electorales. Es un arma más en la batalla partidista. Sin embargo callan y nadie se hace eco, cuando semanas después, una tras otra, esas denuncias son archivadas, como sucede en el 99% de los casos. Pero el daño ya está hecho. La presión se ha hecho insostenible en las redacciones durante la campaña, y reina el miedo, que no es precisamente el mejor compañero para hacer buen periodismo.

No puedo hablar de los primeros tiempos de la transición, cuando desconozco si este modo de proceder en periodos electorales era necesario en unos medios públicos también en plena adaptación a un nuevo escenario. Pero hoy en día es simplemente una vergüenza.

En los casos que conozco, Canal Sur, TV3 o TVE, disponen de órganos profesionales como los Consejos Informativos o Consejos de Redacción, elegidos democráticamente, que son la mayor garantía para velar por el correcto trabajo de sus periodistas, y el respeto a los principios de pluralidad, imparcialidad y objetividad. No entiendo como este tipo de órganos no son obligatorios en todos los medios públicos, y en televisiones como Telemadrid o Castilla-La Mancha han sido prohibidos desde sus direcciones.

Además, en Comunidades Autónomas como Andalucía o Cataluña, se han creado Consejos Audiovisuales que ejercen el control de los medios públicos desde puntos de vista profesionales, con contaminaciones limitadas de intereses partidistas o electorales. Apostar y reforzar las funciones de estos órganos es la mejor garantía para asegurar el derecho a la información de los ciudadanos, especialmente en un periodo sensible como es una campaña electoral.

Celebro que en estas elecciones la Junta Electoral haya flexibilizado sus criterios y haya aceptado y pedido que se ofrezca también información de partidos sin representación parlamentaria como Podemos, Ciudadanos o UPyD en los bloques electorales. El mayor reproche a Canal Sur hace años fue por dar algo más de información del Partido Andalucista de la que habían marcado los jueces, doce segundos.

Este año serán tres las campañas electorales que viviremos. 45 días en que dejaremos de ser periodistas para limitarnos a ser cronometradores. Volveremos a negarnos a firmar los vídeos, o a que salgan nuestras caras en las informaciones. Volveremos a protestar y a renegar de un sistema más cercano al modo de entender la información en Cuba o Qatar que en una democracia occidental. Volverán las presiones y las amenazas de los políticos de llevarnos ante los jueces si no somos dóciles y obedientes. Volverá el cuestionamiento de nuestra profesionalidad si no contamos lo que ellos quieran. Volverán los nervios a los despachos de unos jefes que no quieren verse en los papeles.

Esperemos que no tengan que pasar muchas más campañas para que llegue la cordura y la sensatez, y la hora en que los políticos se dediquen a hacer política, los jueces a impartir justicia, y dejen a los periodistas hacer información al servicio de quien de verdad se deben los medios públicos, que no son ni los políticos ni los jueces, sino los ciudadanos.