Votar en defensa propia

Siempre se ha dicho que no hay herramienta más poderosa que un voto. Solo ante la tumba y ante la urna todos los hombres y mujeres valen lo mismo, independientemente de su formación, su renta o su forma de pensar. El voto es la única herramienta que tenemos a nuestra disposición cada cuatro años para hacernos responsables del futuro y ajustar cuentas con quienes gobiernan.

En países con tan poca tradición democrática como España, donde históricamente nos han dejado votar poco, y cuando hemos votado no ha solido gustar y han corregido al pueblo a base de golpes de estado, matanzas y guerras, lógicamente asistimos a las urnas como si fuera una fiesta, es el mejor homenaje a nuestros mayores que entregaron sus vidas para hacer realidad la primera generación de españoles que haya nacido y muerto en democracia.

Pero hay momentos en que la democracia deja de ser una fiesta para convertirse en una encrucijada. En eso se han convertido las elecciones de este domingo en España. El país se juega el futuro al todo o nada. Decidimos si seguir construyendo o empezar a destruir. Asegurar esa primera generación de españoles nacidos y crecidos en libertad o ponerla en riesgo. Como aquel 15 de junio de 1977, España vive este domingo unos comicios que marcarán para siempre el futuro del país.

Hace 42 años, también había miedo a lo desconocido como lo hay hoy, pero los españoles dieron una lección aplastando con toneladas de esperanza y millones de metros cúbicos de ilusión a los que anhelaban seguir anclados en un pasado en blanco y negro, de uniformidad e imposiciones, a los que querían seguir viviendo del miedo del resto. Cuatro décadas después los españoles se sitúan en la misma encrucijada. Decidir si evolucionar un sistema político al que la última crisis ha llevado al límite de su resistencia o involucionar por el miedo y la incertidumbre.

Nadie puede quedarse en casa este domingo. Es tanto lo que nos jugamos que sería una irresponsabilidad que rozaría en lo temerario no votar. Hay que reventar las urnas de votos. Si los españoles no cogen las riendas de su futuro, otros lo decidirán por ellos y de nada valdrá lamentarse el lunes.

No podemos decir que no estamos avisados. El Reino Unido se desangra para poner en marcha un Brexit, que nadie creía que podría llegar, pero que está aquí como la principal amenaza para el bienestar de los británicos y de todos los europeos. Los que aquel 23 de junio de 2016 tuvieron pereza y no fueron a votar, o los que creían que su voto no iba a servir para nada, son igual de responsables que los que votaron a favor. ¿Qué pensará el votante de Carolina del Sur o Chicago que decidió no votar en noviembre de hace dos años y va camino de 800 días avergonzado por Donald Trump? Ellos son también responsables de las más de 8.000 mentiras en dos años de mandato, de los secuestros de pequeños migrantes para separarlos de sus padres en la frontera, de la inhumanidad y los muertos por incendiar la política mundial o salirse del acuerdo de venta de armas de la ONU este mismo fin de semana.

Cada voto cuenta y no hay ni uno solo que no sirva. Solo 6.000 votos hicieron posible en Finlandia que la socialdemocracia frenara a la extrema derecha. Si 6.000 finlandeses de hubiesen contagiado de la pereza de muchos votantes del Brexit, o de la indolencia de muchos estadounidenses que decidieron que Clinton tampoco les convencía y no votaron abriendo la puerta de La Casa Blanca a Trump, hoy los nazis gobernarían Finlandia. El pasado 31 de marzo el todopoderoso partido de Erdogan en Turquía perdió la alcaldía de Estambul por 215 votos, ¡215 votos! ¡En una ciudad como Estambul! ¡A Erdogan! Para que nos digan que el voto no vale.

A lo bueno nos acostumbramos rápido, y pensamos que la democracia, la paz o el bienestar son para siempre. Se nos olvida que a este país nunca le han regalado nada y lo conseguido ha sido a pico y pala, voto a voto, y del mismo modo, votando, debe ser defendido. Por eso es tan importante una participación masiva este domingo en los colegios electorales.

De la urnas, este 28 de abril, saldrá la España que afronte algunos de los mayores desafíos a los que ha tenido que hacer frente este país en siglos. Una desigualdad que nos consume tras una crisis económica que lo destrozó todo, un modelo productivo precarizado e injusto, la robotización creciente, el cambio climático, la resurrección de los nacionalismos y el fascismo, el Brexit, el reto migratorio, el terrorismo internacional, la globalización, el paso de los combustibles fósiles a las energías renovables, el reto demográfico, los nuevos modelos de familia, etc, etc. Como afrontar este nuevo mundo en permanente transformación es lo que nos jugamos en las próximas horas.

Y no da igual afrontarlo de una manera que de otra. Los españoles tenemos la obligación de decidir cómo queremos hacerlo. Por ello el voto es más importante que nunca. Sería imperdonable que por pereza, por indolencia, porque nadie me gusta, porque no me representan, porque el sistema no es perfecto, la gente se quede en casa y las urnas no doten al país de la estabilidad necesaria para afrontar unos retos tan trascendentes que decidirán qué tipo de sociedad seremos en las próximas décadas. Sería dramático que por no votar en masa este domingo, el lunes tengamos que lamentarnos de entregar la llave de la gobernabilidad a la extrema derecha que amenaza nuestra democracia o a los independentistas que amenazan la convivencia.

A ellos les interesa que se acuda a las urnas asustados, con miedo, porque España se rompe y se destruye, con odio hacia el que piensa diferente o haya nacido en otro territorio. Como en el 77, el voto vuelve a ser el único mecanismo de defensa para que los apóstoles del desastre, los vendedores del Apocalipsis, los nuevos fascistas, los xenófobos y racistas, supremacistas y manipuladores salgan derrotados. Nunca ha dado buenos resultados votar desde las entrañas, los sobres en las urnas se depositan con las manos pero empujadas por el corazón y el cerebro. Como en el 77, hay que votar contra el miedo y contra el odio. Votar para construir y no para destruir. Votar para avanzar y no para retroceder. Votar para ser más fuertes como sociedad y no para debilitarnos como pueblo. Votar para ganar al futuro y derrotar a la nostalgia del pasado.

El voto es más que nunca en defensa propia para los trabajadores que han visto como el sueldo merma a la misma velocidad que sus derechos, para las mujeres a las que quieren seguir tutelando y haciendo competir en inferioridad, para los jóvenes a los que ni siquiera la formación garantiza poder tener una vida digna, para todos los ciudadanos que saben que el progreso, la justicia social, la libertad y la convivencia solo estarán garantizados desde el respeto y la tolerancia, con unas redes de seguridad fuertes y que cada vez deben ser más tupidas de un estado del bienestar cada día más sólido.

Llevo horas pensando que exactamente igual que como nosotros estamos ahora, estaban aquellos que en junio del 77 decidieron que del pasado no podía venir nada bueno y emprendieron, voto a voto, un nuevo camino de libertad, fraternidad e igualdad que nos ha traído hasta aquí. Ahora nos toca a nosotros darle un nuevo impulso para que su obra no se pare, y lo haremos igual, voto a voto, el único arma con el que intentar enterrar bajo montañas de papeletas los fantasmas de la peor España de tinieblas y rencores.

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