Gracias Messi, también me hiciste mejor.

Siempre he fantaseado por como hubiera sido estar en el estudio de Velázquez mientras pintaba “Las Meninas”, o en el apartamento de París con Picasso cuando creaba “El Guernica”, o en una butaca sentado mientras García Márquez escribía “Cien Años de Soledad”, o en el laboratorio espiando a Marie Curie mientras descubría el radio, o en un rincón de la habitación de Houdini donde preparaba sus trucos, o en el estudio mientras John Lennon componía “Imagine”. Nada de esto era posible aunque lo he soñado muchas veces, sin embargo la vida sí me ha permitido contar en Canal Sur cada martes y cada sábado, cada miércoles y cada domingo, las 16 temporadas de Messi como jugador del Barça, la mayoría de los 778 partidos, de los 672 goles, las 268 asistencias, los 6 balones de oro, las 6 botas de oro, las 4 champions, las 10 ligas, las 7 copas, las 8 supercopas, las 3 supercopas de Europa, los 3 mundiales de clubes, y no ha sido fácil.

Messi me ha obligado a buscar adjetivos cuando estos ya estaban agotados para explicar lo que no tenia explicación, ha estirado mi capacidad de asombro hasta límites que no podía imaginar, me ha obligado a esforzarme para que no pareciese normal narrar que la genialidad se había convertido en rutina. Messi me ha obligado durante 16 años a pelear entre la pasión y la incapacidad para explicarla, a combatir entre el éxtasis y la limitación de recursos para trasmitirlo.

Messi nos ha hecho mejores a todos los narradores de partidos de fútbol. Nos ha obligado a un ejercicio de superación constante, a un reto permanente de imaginación para explicar la magia que durante 16 años ha derrochado en cada partido. Nos ha obligado a inventarnos palabras para definir su tiranía en el fútbol español, Messirato, a blasfemar, el hijo de Dios se hizo fútbol y habitó entre nosotros, e incluso a rezar cuando ya no había palabras que fueran suficientes. Messi nuestro que estás en los campos, santificado sea tu fútbol, vengan a nosotros tus goles y hágase tu voluntad así en la Liga como en la champions, perdónanos nuestras dudas, así como nosotros perdonamos a quienes votan el balón de oro, amen.

Y es que Messi ha dejado sin palabras a las cabinas de radio, como dejaba sin recursos a los defensas rivales. Decenas de veces hemos narrado la falta con esa curva celestial que desafía la ley de la gravedad desde su pie izquierdo a la escuadra de la portería, centenares de veces el pase profundo a Jordi Alba para el centro de éste y el gol del argentino llegando al remate, innumerables veces la jugada desde la banda derecha hasta la frontal del área regateando rivales para encontrar el hueco y de zurda ajustar al palo y marcar. Decenas, centenares de veces, y sigue impresionado como si lo viéramos por primer vez.

Es lo que hace a Messi un jugador diferente, el mejor de la historia, la longevidad de su excelencia, la capacidad para convertir la genialidad en costumbre cada martes y cada sábado, cada miércoles y cada domingo. Messi ha demostrado tener la genialidad de Maradona, la efectividad de Pelé, la influencia de Di Stefano, la determinación de Cruyff, la magia de Zidane, el control de juego de Platini, pero ha tenido algo que ninguno de ellos tuvo, la capacidad de mantener la excelencia durante más de tres lustros, mantenerse en la cima de la pirámide durante mucho más tiempo que cualquier otra estrella.

Se va del fútbol español mucho más que un jugador. Se va un tipo que se negaba a crecer como Peter Pan, y que ha convertido el fútbol en su reino de Nunca Jamás. Será difícil, por no decir imposible, ver nunca más un futbolista con sus números. Le ha quitado todos los récords que existían a futbolistas como Zarra, Gerd Muller, Platini, Di Stefano o Raúl. El fútbol se resume en dos periodos, antes y después de Messi. Con algo menos de un metro setenta centímetros Messi ha reinado en el fútbol más físico y más atlético de la historia.

Ahora se marcha entre lágrimas, demostrando que los dioses también lloran. Enviando al infierno de la historia a esos directivos del Barça que no supieron cuidar el tesoro y que merecen el mayor de los desprecios. En una demostración más de quijotismo español, poniendo todas las dificultades del mundo desde la LFP para perder a su principal atractivo, en medio de una operación con un fondo de inversión del que se desconoce que es lo que de verdad esconde. Y probablemente se marchará a París, para hacerlo todavía más doloroso y demostrar que el dinero es mucho más poderoso que los sentimientos, que una pequeña masía junto al Camp Nou no es más que un reducto romántico en el tiempo de dominio futbolístico de las tiranías del Golfo. Ahora serán los compañeros franceses los que afronten el reto de ponerle voz a cada obra de arte del argentino.

El Barça seguirá y seguramente volverá a ganar, aunque ahora se verá si de verdad es algo más que un club. La Liga española continuará y seguiremos disfrutando, el fútbol español nos seguirá apasionando, pero desde hoy todo va a ser distinto. Los últimos 16 años narrando los partidos del Barça de Messi me he sentido como el vigilante de la sala de Velázquez del Museo del Prado, rodeado de arte y encima te pagaban. A partir de esta temporada, volverá a ser un trabajo. Es verdad que hay cosas mucho más importantes, que este tiempo de pandemia nos ha enseñado que los verdaderos dioses son los que nos cuidan, que del futuro de Messi solo come Messi, pero en la vida hay que ser agradecido con quien te ofrezca una mínima brizna de felicidad. Así que gracias Leo, GRACIAS MESSI.