Es cierto. No puede haber más razones para presentar una moción de censura al gobierno de Mariano Rajoy. Probablemente hoy haya alguna razón más que ayer, pero algunas menos de las que habrá mañana. Cada día florece un nuevo imputado, aparece un nuevo escándalo, o hay una nueva filtración que compromete al ejecutivo. Coincido con los que consideran que la situación es insostenible.
El problema es que la situación no se ha vuelto insostenible hoy, ni siquiera ayer, o hace unos meses. La situación lleva siendo insostenible desde hace varios años. La situación ya era insostenible en marzo del 2016 cuando Pedro Sanchez intentó ser presidente del gobierno y desalojar del gobierno al PP tras las elecciones del 20D. Entonces los intereses personales de los diferentes líderes y las estrategias particulares de cada partido, hicieron imposible la alternancia en el poder.
Es cierto que es insostenible que cada día un presidente autonómico, un consejero, un alto cargo o el director de un empresa pública tenga que presentar la dimisión porque no ha dejado ni los ceniceros, se lo han llevado todo. No puede ser que cada día un ministro vea comprometida su situación por reunirse o por enviar un mensaje a un presunto delincuente. Es insoportable para nuestra democracia que los fiscales, que debían combatir la corrupción, se conviertan en el principal escollo a la hora de investigar, o que la policía se utilice como un instrumento más de la estrategia política del partido en el poder. Es inaguantable que jueces sean inhabilitados mientras defraudadores y ladrones de guante blanco no pisen la cárcel. Que el partido que gobierna haya ganado haciendo trampas las elecciones durante más de 20 años. España no aguanta más un gobierno paralizado por la corrupción que se extiende desde Madrid, Murcia o Valencia a todo el país. A un presidente que solo actúa rápido cuando sale a caminar por las mañanas. Es insoportable que se hable más de sobres, de pagos en negro, de blanqueo o de paraísos fiscales, que de leyes, de combatir la pobreza, de mejorar la calidad del empleo o de arreglar los problemas de la educación o la sanidad.
No puede ser que no pase nada mientras los escándalos se amontonan, los dirigentes del PP ocupan cada vez más celdas en Soto del Real, la justicia deja de ser justa y las cuentas en Suiza son práctica habitual entre los que nos acusaban de vivir por encima de nuestras posibilidades.
Algo hay que hacer. Se perdió la posibilidad después de las elecciones de diciembre de 2015. La oposición sigue sin aprender la lección. El PSOE sigue desangrándose en sus luchas internas. Ciudadanos se ha convertido en un quiero y no puedo, ni saben ni pueden desprenderse de la imagen de muleta del PP. Y Podemos mantiene su apuesta por la política espectáculo, buscando el golpe de efecto antes que las soluciones a los problemas reales del país.
Es cierto que no se puede seguir permitiendo al PP parasitar las instituciones del Estado. Es urgente la creación de una alternativa, de un gobierno de regeneración nacional que devuelva el país a la senda de la dignidad y la normalidad democrática.
Eso no se puede conseguir mediante la presentación de una moción de censura unilateral como la que ha anunciado Podemos, sin sentarse antes a negociar con el resto de fuerzas políticas que ya han anunciado su rechazo. Una moción de censura se negocia, se habla, se propone en el Parlamento antes de anunciarla a los medios tras avisar mediante un simple whatsapp al resto de líderes que en teoría tienen que apoyarla.
Pablo Iglesias ha vuelto a cometer el mismo error que el día que nombró gobierno a Pedro Sánchez tras entrevistarse con el rey. Otra vez ha puesto por delante la búsqueda del titular, convertirse en protagonista antes que trabajar para buscar el cambio político que cada vez más España necesita. Iglesias ha vuelto a comprometer a los socialistas, en pleno proceso de primarias bien podría haber esperado a su resolución, y ha desviado la atención de los casos de corrupción que tenían contra las cuerdas al presidente del gobierno.
Podemos, PSOE y Ciudadanos están obligados a entenderse si en algún momento quieren poner el punto y final a la actual situación de corrupción, escándalo sin fin y judicialización de la vida pública.
Ese debe ser el objetivo del próximo secretario general del PSOE, sea el que sea. Empezar a trabajar desde el mismo 19 de junio, el día siguiente al Congreso que lo ratifique en el cargo, para que el gobierno de Mariano Rajoy tenga la vida más corta posible. Para ello será imprescindible recuperar la credibilidad perdida y actuar con lealtad y sinceridad con el resto de fuerzas del cambio. Lealtad y sinceridad también imprescindibles para las denominadas formaciones de la «nueva política» que han envejecido a velocidad supersónica.
Solo dejando el espectáculo y empezando a hacer política con mayúsculas, olvidando los vetos y sustituyéndolos por una colaboración sincera, defendiendo cada uno sus ideas pero con la mirada larga puesta en el interés general, y marcando como objetivo principal construir y no la destrucción del adversario para ocupar su lugar, se podrá superar el dramático error de marzo de 2016 y hacer realidad las ansias de cambio de la mayoría de este país. Solo así se podrá poner en pie la moción de censura que necesita España. De lo contrario, seguirá siendo el Rajoy de la corrupción y la inacción, el que sin moverse, siga siendo imprescindible ante la incapacidad del resto de construir una alternativa.